jueves, 1 de enero de 2009

Doce uvas

Todas las mañanas de los días de fiesta son especiales. La ciudad amanece tranquila, con la paz que sólo encuentras en las aldeas, cuando despierta el sol y oyes los cencerros de las vacas que pacen y algún piar. De todas estas mañanas, Año Nueva es especial. Se juntan en la calle quienes apuran las últimas copas con los que no han podido ver, aquellos que van al trabajo ven de reojo a quienes alargan la fiesta hasta sabe Dios qué hora.
Las doce uvas ya sólo son un recuerdo. Permanece su sabor, es decir, los buenos deseos para el próximo año que ya no es futuro, sino presente. Antes de escribir, hice mi visita diaria al contador del Archipiélago. Subidas y bajadas, apuntes y comentarios, las dudas sobre qué escribir, qué hacer o no hacer, cambios de imagen. Sí, 2008 fue un buen año, intenso y con buenos momentos. Pocos disgustos. Es más, no recuerdo ninguno. Y, ahora, junto con esos buenos deseos, la voluntad firme de seguir cultivando estas tierras, de alimentar polémicas y, quién sabe, volver a ver mi nombre en letra impresa.
Feliz 2009 a todos.

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