jueves, 9 de septiembre de 2021

El traje nuevo del emperador

 


Photo by Road Trip with Raj on Unsplash


Cuando leí la noticia de que la agresión homófoba de Madrid que había generado una oleada de solidaridad era una denuncia falsa, promovida por el que habíamos considerado víctima para encubrir una relación sadomasoquista no pude sino pensar en El traje nuevo del emperador  

Si en el cuento de Andersen es un niño inocente el que descubre las vergüenzas de la sociedad, aquí es un chapero que opta por mentir para preservar a su pareja, según leo en El Comercio. Al final, o al principio, es un acto de amor de una persona que necesita compaginar su manera de ganarse unos euros necesarios con la estabilidad emocional que, para tantos, nos resulta tan importante: amor y ser amado, poder abrazar  a la persona que llena tu vida todas las noches. ¿Quién no ha hecho locuras por amor? 

Pero más allá de lo que suceda en su futuras aventuras con el orden penal, deberían aplicarle como eximente el hecho de haber gritado: "el emperador está desnudo". Sólo que el emperador somos todos, desde Pedro Sánchez a Santiago Abascal. Su gesto no sólo ha desnudado a la clase política, también a una sociedad enferma de la necesidad de estímulos, de velocidad.

¿Qué sucedió para que la Policía Nacional transmitiese la información a toda velocidad antes de concluir la investigación? ¿Algún mando a la búsqueda de un ascenso rápido? ¿Presiones políticas para salir en la defensa de alguna bandera? ¿Necesidad de alimentar unas redes sociales, con tantas cosas buenas, pero también con el riesgo de tener que alimentar a un ente que no descansa las veinticuatro horas del día todos los días del año?

¿Qué pensarían las víctimas de anteriores agresiones homófobas que no habían recibido ese apoyo del circo político? ¿Por qué nos ponemos tan divinos con unos y no con otros cuando el hecho en sí (una agresión alimentada por el odio) siempre es igual de condenable?

Y los políticos. ¿Qué me dicen de los políticos? Ahí los vimos a todos, en tromba, que si el discurso del odio, que si los inmigrantes, que si tal o cual... No me importa el color de ninguno de ellos porque todos reaccionaron de la misma manera: usaron la realidad al servicio de su agenda política. Adiós a la idea del bien común, al servicio de la sociedad. Ninguno se quedó en el lógico apoyo a todas las víctimas, en  la reflexión de las causas de la violencia para tratar de corregirlas... Cada uno acercó en un primer momento el ascua a su sardina. Y lo siguen haciendo ahora cuando vemos que lo que parecía ser es otra cosa. El espectáculo debe continuar mientras estemos nosotros pagando la fiesta. 

Nos está quedando una destrucción de la democracia liberal muy bonita.


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