DDP on Unsplash |
No es la primera vez que estoy en un apuro, y de los gordos. Estamos, porque de lo que voy a hablar necesita de la presencia de varias personas. Ese es el elenco: plural. Y, de repente, un problema. El que sea. Pero una situación límite: quedar encerrados en un ascensor, que el coche se cale y falle el freno de mano subiendo un puerto de montaña; un bloqueo de las comunicaciones en el periódico cuando queda media hora para el cierre; una enfermedad que sólo empeora...
Y, en ese elenco plural, siempre hay una persona de buena voluntad (porque existen) que pregunta: ¿qué puedo hacer? Y la respuesta es clara: rezar. Todos estamos haciendo todo lo posible. Ya sólo queda rezar, reza. Entonces es el momento de una terrible confesión: ¿qué hago, si soy ateo, o atea? En función del dramatismo de la situación (el grado de pendiente del puerto; lo apurado de la situación) podemos tener como interlocutor a una víctima de la LOGSE, que no sabe ni el Padrenuestro.
Soy ateo, no sé rezar, insiste. Incluso te pide que reces tú, que vas a misa y proclamas tu fe. Sí, amigo, amiga; yo ya estoy rezando desde hace un rato y nada cambia. Si Dios escucha tu voz, la voz de un ateo, se dará cuenta de lo extremo del problema; comprenderá que no es una exageración de este pobre pecador; verá que una oveja perdida se acerca al redil y tendríamos más posibilidades de salvar esta complicada situación.
Así que amigo lector, si usted es ateo, o atea, rece. Rece sin motivo, aunque sólo sea por agradecer la vida; rece para que, cuando sea necesario, no se encuentre desacostumbrado. Rece porque, incluso en la noche, el silencio es hermoso.
Muy bonito.
ResponderEliminarCh.L.
Gracias. Perdona el retraso, pero tengo muy abandonado este territorio.
ResponderEliminar