El otoño no se marcha de Asturias. Está ahí, agazapado. Y salta en cualquier momento. Por eso a los asturianos nos gusta tanto la lluvia, por eso no podemos vivir sin ella, aunque tengamos miedo a ahogarnos en medio de agosto.
Necesitamos la lluvia y la niebla como secar de vez en cuando. El sol brillante siempre es un mal presagio. Anuncia que llegará el invierno.
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