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Suena el despertador. No es una novedad. De hecho, no logro recordar mi primer despertador. No olvido la mano firme y cariñosa de mi madre sobre el pie, batiéndolo a izquierda y derecha, para anunciarme que era mi momento de despertar; la voz de mi padre para que me levantase, un casio que me duró toda la carrera y que escondía detrás de los libros una vez que comprobé que podía apagarlo con la mano y seguir planchando las orejas.
Pero hoy es una sonido diferente. Es el sonido del inicio de un nuevo ciclo. A partir de hoy volverá a sonar todos los días. Marcará el margen de tiempo para despertar, desayunar y entrar en el cuarto de Costillina para despertarla. Empezamos el curso, sigue nuestra vida. Suena el despertador y comienza la cuenta atrás para un montón de proyectos, para marchitar ilusiones, para seguir soñando y leyendo. Suena el despertador, pero estoy equivocado.
Es el sonido de la vida.
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