Visto así, desde su derecha, el auditorio del Centro Cultural Internacional Niemeyer recuerda una ola que rompe hacia la costa o una ballena, bien la cola golpeando la mar, bien la cabeza saliendo a respirar. No son figuras colosales, el hombre no se encuentra invadido por el hormigón y los espacios duros. Es una arquitectura que invita a soñar, que crea como ciudad como espacio natural para el desarrollo de la sociedad.
Son los huesos de lo que será el Centro Cultural, progreso y futuro, incertidumbre y presente. Términos que caminan paralelos y a los que una ciudad como Avilés confía buena parte de sus ilusiones.
Hola
ResponderEliminarHola, Cobias, gracias por tu visita. Espero que vuestra empresa vaya bien y tenga una larga vida.
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