martes, 17 de septiembre de 2019

El cine como moral



El cine de Paolo Sorrentino no ofrece lugar a términos medios. Se ama o se odia. Su escritura está lastrada por algunos rasgos de estilo que podemos definir como barroquizantes y que, en buena medida, explican que su destino final sea la televisión. De esa manera se puede entender la duración de Silivio (y los otros) que con sus tres horas y veinticuatro minutos difícilmente iban a tener recorrido en las salas cinematográficas. 
El reto de cercenar el talento o dejar que fluya se resuelve a favor del gran cine para los amantes del Séptimo Arte gracias a la televisión. Paradojas del siglo XXI.
El caso es que con esta nueva película, Sorrentino demuestra que es uno de los grandes artistas del momento. Su talento permite radiografiar una sociedad, la italiana, pero también la europea, la occidental. La decadencia de Silvio Berlusconi es el tema de la película, pero, al final, termina reflexionando sobre la corrupción, la corrupción como fenómeno social y decadencia moral de una película, las ansias del poder y esa delgada frontera en la que el político pierde el sentido de deber y de Estado que lo llevó al compromiso. De todo eso habla Silvio y eso la convierte en una película imprescindible para explicar la actual crisis moral de occidente, en la que estamos. 

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