La imagen me resulta inquietante. Sentado en la estación, o de pie en el andén, ensimismado en mis pensamientos o con la mente en blanco, vaya usted a saber, uno oye a lo lejos la llegada de un tren. Levanta la mirada y ahí lo ve pasar, a la velocidad permitida, con el conductor en la cabina y, sobre la locomotora, el panel frontal informa: Fuera de servicio. Ahí donde otras veces leemos un destino, nuestro lugar de destino, encontramos una definición mortal: fuera de servicio.
El tren sigue su marcha, recorre estaciones, apeaderos y pueblos, pero luciendo su destino: fuera de servicio. Carece de utilidad, circula sin parar, tal vez recogiendo a viajeros al azar para llevarlos fuera de servicio.
Inquietante, sí. Pero no sólo por su viaje, por sus paradas. También por la posibilidad de que nuestro tren marque idéntico destino. O, subidos en él, alguien decida marcar las letras fatales: fuera de servicio.
Si este fuera el "trailer" de una película, creo que iría a verla...
ResponderEliminarTomo nota, por si logro ampliarlo...
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