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Este fin de semana nos ha dejado tres escenas particulares y definitorias de la política.
Primera escena: Congreso local del PP en Gijón. Guardas de seguridad para que no entren afiliados no inscritos, un censo inflado pues es difícil de creer que con 3.500 militantes no lleguen a 500 los que participen; candidaturas sin interventores en la mesa electoral... Chávez lo montaba mejor. ¿Y con ese espectáculo van a reclamar el voto a los gijoneses? Carmen Moriyón y José María Pérez respiran más tranquilos desde el sábado. Un rival menos.
Segunda escena: elecciones primarias en el PSOE de Avilés. Dos candidatas, rivalidad pero sin tensiones. Guante blanco y la que tiene más votos se lleva el pastel. Seriedad y respeto a las normas con las que se rige una democracia.
Tercera escena: congreso fundacional de Podemos. Pablo macho-alfa Iglesias reclama una secretaría general personal para sí. Al final, tanto hacer la revolución para llegar a donde criticaron: crear una nueva casta. También se puede ser profesional de la revolución. El debate se centra en el número de integrantes. Primera lectura: no cabe descubrir el Mediterráneo en política.
Conclusión: los mecanismos básicos de la democracia ya son conocidos. No caben inventos. Sólo creer en ellos y practicarlos, huir de las estructuras de poder y dar el poder a quien realmente lo tiene: la gente, sean militantes o, simplemente, ciudadanos.
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