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Desde la aprobación de la Constitución Española todos los presidentes del gobierno disponían del acta de diputado como cabeza de lista de su partido por Madrid. Desde el pasado viernes, Pedro Sánchez Castejón es el primero que rompe esa costumbre. Es algo legal y está bien que sea legal porque permite una vía para designar a un presidente en una situación excepcional. Sólo que, en estos momentos, los motivos excepcionales no tienen que ver con la elección de Sánchez Castejón.
Atravesamos una profunda crisis institucional, con partidos incumpliendo las leyes por sistema y olvidando que la soberanía es de todos los españoles, no de una parte. Pero ese no es motivo de preocupación, de un tipo que llega anunciando diálogo cuando hay gente con la que no se puede hablar. Me están robando la cartera; tranquilo, dialoga. No, lo que se debe hacer es llamar a la Policía El diálogo es entre iguales, entre personas que asumen unas reglas comunes y que permiten alcanzar un acuerdo.
Sánchez se ha puesto divino con la Gürtel, lo que le obligará a unas exigencias iguales cuando salgan las sentencias de la trama de corrupción del PNV o los ERE. Sánchez debería haber asado al PP a fuego lento, pero las prisas le han podido.
En vez de ofrecer un pacto de estado, una gran coalición ha decidido saborear lo que es un gobierno en minoría frente a cuestiones, como la unidad de España, que requieren de amplios consensos.
A este paso, su mayor mérito será en convertir a José Luis Rodríguez Zapatero en estadista.
(Continuará...)
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