El reciente episodio vivido en Avilés con el pago de diferentes empresas por servicios prestados al Ayuntamiento me ha permitido ver dos de los problemas de la sociedad de nuestro tiempo. Ambos igual de importantes.
El primero es la confusión existente en el lenguaje, la dificultad para acceder a un idioma común y, a partir de ahí, establecer un diálogo. Es evidente que el lenguaje escrito no es igual que el verbal, que el administrativo no se puede comparar con el forense y que coma se escribe igual para una marca ortográfica que para el inicio del acto nutricional y, sin embargo, son realidades muy diferentes. Una confusión a la que se llega por diferentes factores: ignorancia, falta de voluntad de aprender, pre-juicios, adanismo...
El segundo es la ética de la irresponsabilidad que parece arraigarse en la sociedad. Me sorprendió ver a adultos estudiados y viajados lamentarse de no poder votar no por las posibles consecuencias para su patrimonio. Maquiávelico, absurdo, kafkiano eran los adjetivos utilizados. Sin embargo, nada les impedía votar negativamente. En el fondo su planteamiento era: dejarme hacer esto, pero sin ninguna consecuencia negativa para mí. Es decir, una ética de la irresponsabilidad, en la que el yo no piensa en las consecuencias de sus actos para los demás, sino en su mero egoísmo, la negación del hombre como ser social, una declaración de guerra contra principios que nos han guiado durante siglos y que, tal vez, lejos de la anécdota intuyen algunos de los problemas y carencias latentes en nuestra sociedad.
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