A la entrada del garaje han colocado un nuevo cartel:
Nada más verlo, pensé si podría aparcar en tal propiedad, no en vano sólo soy un arrendatario. Consulté con el banco, con mi abogado y entré sin problemas, aunque con miedo. No sé sin a la tipografía o a esa mano negra que crece de forma desprorcionada. ¿Acaso inflamada después de golpear con violencia a los asaltantes del templo?
Un portón metálico de acceso al patio interior, carteles, nuevos portones para acceder a los diferentes garajes...
Sí, hay que defenderse, proteger los bienes de los asaltadores; pero ¿no es un poco excesivo esa tendencia a prohibir? No lo digo tanto por ese cartel, que es la anécdota para ilustrar este comentario, sino por la sociedad en general. Se pierde educación, disminuye la cortesía y lo compensamos con un aumento de las prohibiciones.
No me gusta. Prefiero la caballerosidad y la urbanidad.
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