Los cementerios siempre me han atraído. A la belleza del emplazamiento, se une esa confluencia entre la vida y la muerte, siempre tan fascinante y alimento de tantas historias.
En la antigua Biblioteca Bances Candamo, en la calle de Jovellanos, leí cuando era un crío un pequeño en ensayo de un escritor del XIX en el que recorría diferentes camposantos.
Curiosamente, a escasos metros se encuentra la exposición sobre cementerios que se puede visitar hasta mediados de enero. La antigua plaza del Pescado alberga una colección de fotos y un montaje de gran interés.
Ciertamente, el trabajo realizado logra superar los condicionantes del espacio, que son muchos.
Y, en la instalación de tumbas, no falta la huella del gracioso de turno. Sabe Dios si como gamberrada o para dar un aire más gótico y decadente al espacio.
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