Con frecuencia asalto el Archipiélago de noche, cuando ya debería estar durmiendo. Es el primer momento de tranquilidad, la ocasión de llevar a la palabra esas ideas, de concretar esa frase que te ronda desde hace varias horas. Sí, la idea es muy buena, incluso te llega a sorprender, pero, cuando empiezas a teclear, toda esa fuerza desaparece, como la gaseosa. El estallido que esperabas desaparece, no queda ni rastro.
Es el precio por teclear dormido, agotado por el día o por lo que vendrá. Cualquier excusa puede ser buena. Pero el hecho cierto es que aspirabas a un buen destilado o a un oporto y quedas en una humilde gaseosa.
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