La noche de San Juan siempre huele a hoguera y ceniza, el humo tapa la luna, aunque no se vean las llamas. Las brasas alientan los deseos, parece que hay ganas por apurar una vida que se escapa a sorbos, casi sin darnos cuenta.
Ayer, Gijón amaneció vestida de bruma, con la niebla marina recorriendo las calles y, en el ambiente, olor a yodo, a mar, a salitre.
Fuego, agua, aire... Casi parece que el cuarto elemento somos nosotros, la tierra que pisamos.
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