-Cariño, ¿has visto mi reloj?
-¿Cual de ellos?
-El de la correa azul un poco rota
-No, si lo veo te aviso.
Quienes me tratan a diario saben que uso varios relojes que voy rotando. Ese día tenía ganas de ponerme ese reloj, Swiss Army, con la correa ligeramente rota. Pero no lo encontré por casa. Al siguiente día, lo busqué por toda la casa y nada. Miré en el coche y tampoco. Probé en la oficina. Igual quedó en el cajón. Vete a saber. Nada de nada.
Conclusión: el reloj se me ha fugado. Tampoco le trataba tan mal. Estos relojes suizos son muy susceptibles. Pero ahora sé donde está.
Ayer lo ví por televisión, al lado de una vuzuvuela, todo acaramelado y contando el tiempo que falta para el partido de hoy. ¡¡Ah, malandrín!! Si os caen tres o más goles ya me vas escuchar. Y, si regresas, acuérdate de traer un marcapáginas de Sudáfrica, por lo menos.
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