Siempre he sentido una especial admiración por aquellas personas de las que se dice que en su cabeza cabe el Estado. Uno, que de natural es cabezón, además de la camaradarería por el semejante, le gustaría poder entender todo el megachiringuito que soportamos sobre nuestros hombros de asalariados.
Y, así, poder argumentar en qué partidas se debe aplicar el necesario recorte en la contención del gasto público. Tal vez vez habría que retrasar una carretera un año (con la angustia de si esa decisión provoca fallecimientos), disminuir las subvenciones al cine español (con el dolor de mandar a gente al paro) o reducir los viajes al extranjero de autoridades (con la lástima de frenar la promoción exterior de nuestro país). Pero donde no entiende el recorte es en el gasto para la Ciencia, para el I+D donde, Zapatero dixit, radica el futuro de nuestra economía.
El ecosistema científico de España es muy complejo y en él habitan muchas especies diferentes. Cuentan con rasgos comunes, como es su talento y la precariedad laboral en la que viven. No me refiero a que soportan un sistema como el estadounidense, donde deben presentar resultados o, de lo contrario, abandonar. No, me refiero a trabajadores que son contratados como becarios y que, en ocasiones, realizan tareas peligrosas sin ningún tipo de cobertura.
La drástica disminución del presupuesto dedicado a la ciencia es un recorte a nuestro futuro, a la economía y la riqueza cultural en la que trabajan muchos jóvenes y profesionales, obligados a emigrar para que su potencial investigador sea aprovechado por otras economías y otras sociedades que, de esa manera, se aprovechan del esfuerzo que supone formar investigadores.
Por ese motivo, rechazo el recorte del presupuesto para Ciencia en España propuesto por el gobierno.
(Con este apunte, Archipiélago Avilés se suma a la iniciativa La ciencia española no necesita tijeras iniciada por la bitácora La aldea irreductible)
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