Diciembre es un mes muy especial. Se suceden cumpleaños: el primer café a solas con Costilla, el cumpleaños de mi sobrina, el aniversario de esta bitácora, el inicio del exilio gijonés. También se vive un recordatorio esencial: el nacimiento de Cristo, la presencia de Dios en la historia, del Dios que nos ama. Y tampoco falta la mala conciencia: el original que no se termina de rematar, nada que enviar a Marta para ver si acepta publicar el próximo año. En diciembre, es un mes muy especial.
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