Virgen del Carmen, Virgen marinera. Ayer, todos los barcos, todas las flotas celebraban la festividad marinera, la Madre del Carmelo, la Madre de toda la Iglesia. El Carmelo, la cuna de los grandes místicos de la Iglesia.
Más allá de folclorismos naúticos festivos, la celebración del Carmen es la oportunidad para reivindicar nuestra riquísima tradición mística. De Santa Teresa de Jesús a Santa Benedicta de la Cruz sin olvidar a San Juan de la Cruz.
Con frecuencia, cualquier lector se encuentra en la prensa con elogios encendidos a la mística sufí o el descubrimiento de cualquier chamán o la loa del budismo. No seré yo quien reniegue del ejercicio cultural que supone conocer otras culturas, aprender, y aprehender, como el hombre sacia su sed de infinito y trascendencia con independencia de su origen y condición. Pero me duele especialmente cuando nos tratan de vender la moto y que olvidemos nuestra tradición.
El místico sufí nos dice que Dios está ahí, mirándonos y que tal vez con esfuerzo, o por casualidad, podamos acercarnos a Él.
La mística cristiana, en cambio, nos enseña que Dios nos amas, nos ama tanto y de forma tan personal que podemos sentir la noche oscura del alma y la Vida Eterna, que nos ama con independencia de que seamos altos o guapos, más listos o más tontos, jóvenes o viejos; nos ama y sólo nos pide que amemos para recibir la Libertad y la Vida, como amó la Virgen y enseñó a amar en el Carmelo. Es la gran diferencia.
Más allá de folclorismos naúticos festivos, la celebración del Carmen es la oportunidad para reivindicar nuestra riquísima tradición mística. De Santa Teresa de Jesús a Santa Benedicta de la Cruz sin olvidar a San Juan de la Cruz.
Con frecuencia, cualquier lector se encuentra en la prensa con elogios encendidos a la mística sufí o el descubrimiento de cualquier chamán o la loa del budismo. No seré yo quien reniegue del ejercicio cultural que supone conocer otras culturas, aprender, y aprehender, como el hombre sacia su sed de infinito y trascendencia con independencia de su origen y condición. Pero me duele especialmente cuando nos tratan de vender la moto y que olvidemos nuestra tradición.
El místico sufí nos dice que Dios está ahí, mirándonos y que tal vez con esfuerzo, o por casualidad, podamos acercarnos a Él.
La mística cristiana, en cambio, nos enseña que Dios nos amas, nos ama tanto y de forma tan personal que podemos sentir la noche oscura del alma y la Vida Eterna, que nos ama con independencia de que seamos altos o guapos, más listos o más tontos, jóvenes o viejos; nos ama y sólo nos pide que amemos para recibir la Libertad y la Vida, como amó la Virgen y enseñó a amar en el Carmelo. Es la gran diferencia.
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