Foto de Laura Gariglio en Unsplash
Nació de una pluma timonera a la luz de una vela
en el siglo de la discreción,
el viejo mundo en el que caminar
detrás de la guadaña era intuir.
Luego llegó la máquina cantarina.
Alguno le tomaron gusto como los pájaros al cielo.
Y Ada dijo cuando le pararon:
“¿De qué sirven las alas si no es para volar?”
“Ada Berk, se meterá en líos”,
le respondió el policía a través de la ventanilla,
“si sigue llamando cariño a todo el mundo,
siendo viuda como es”.
“Bueno, cariño, muchacho, ya no tengo a nadie
que me llame amor.
Y qué sentido tendrá que en una carretera con curvas
haya que bajar a 60. Es una ley para erizos.
Sólo una vez al mes puedo pagar los neumáticos
y ni qué decir de pisar el acelerador”.
Ahora está estancada al volante
de una empresa que se llama comida sobre ruedas para
viejitas y gente necesitada.
La multaron por ir deprisa, la veloz Ada
realiza trabajos para la comunidad, sin cobrar,
sobre ruedas que ralentizaban dondequiera que van
para pagar el precio de no actuar como las de su edad.
Nota. Este poema no es mío. Fue escrito por Menna Elfyn después de conocer que Ada Berk fue multada con 93 años de edad por sobrepasar los límites de velocidad.
Lo leí en su libro Mancha Perfecta, editado por Trea en 2011. Eli Tolaretxipi firma la traducción.
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