miércoles, 25 de marzo de 2020

DUC (y XI). Carretera de Avilés

Calle de San Francisco


Las obligaciones laborales y la necesidad de reponer provisiones en mi casa y a los abuelos imponen un viaje a Avilés. Más allá de ir a por el pan y comprar en Gijón será la primera salida realmente larga de mi casa desde el inicio del confinamiento. Toda una aventura.
Los preparativos ganan una importancia que antes no tenían. Hay que llevar el certificado de movimiento. Decido ponerlo en una funda de plástico con el DNI, carné de conducir y carné de prensa para facilitar la labor a los agentes policiales y, posteriormente, desinfectar bien el plástico.
Reduzco mi habitual equipaje al mínimo imprescindible. Guantes y una bolsa para tirarlos; gel hidroalcohólico, paquete de pañuelos. Ya está todo organizado.
Ahora paso a la zona de "sucio" en mi casa para vestirme. Ahí es donde esta la ropa con la que salgo a la calle. Antes me despido de mis chicas. Una vez vez vestido, me lavo las manos para evitar contagios por si hubiese restos virales en la ropa.
El tráfico en la carretera es extraño. La presencia de turismos es la propia de un festivo, pero el número de camiones no. Incluso veo empresas que nunca había visto por estas carreteras. Escucho Tipos Oscuros. He decidido limitar el consumo de informativos por salud mental.
Avilés se presenta desierta. Los militares patrullan la ciudad. Es un ambiente extraño. "Distópico" me apunta un amigo con el que hablo, más bien de pesadilla, matizo sabiendo que ambos conceptos suelen ir de la mano.
De nuevo, cola en el supermercado. Recuerdo esa canción de Silvio Rodríguez en la que narra las dificultades de ir al mercado, la diferencia es que yo sé que habrá de todo. Pero sigo sin acostumbrarme al guardia de seguridad limitando las entradas para evitar aglomeraciones. Cuando paso a su lado, le doy las gracias. Como tantos otros, no paro de agradecer el trabajo de todo el mundo. 
Y me emociona ver a la cajera insistiendo en que mantengamos la distancia, advirtiendo a unos ancianos de que no salgan juntos. "¿No tienen nadie que les haga la compra; es por ustedes, ustedes son los que peor lo pueden pasar, lo hacemos por ustedes?" Y ellos sonríen y sólo dicen que no tienen hijos y que van juntos para poder llevar la compra. 
No sé si se contagiarán o no, si saldrán de esta o no; pero esa chica con su esfuerzo, se convierte en otra de nuestras heroínas sin capa.
Distribuyo la compra en bolsas, procuro limpiar bien la de los abuelos y, antes de regresar, siento la tranquilidad de que todo este paisaje tan extraño refleja que lo estamos haciendo bien.



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