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El olor del café inunda la cocina mientras uno piensa sobre lo que escribirá hoy en la bitácora. Debe ser la falta de cafeína, pero aparece en mi mente Pedro Sánchez Castejón y la rueda de prensa de cierre de los dos meses de gobierno. Vaya tío. A los dos meses de trabajar se pilla un mes de vacaciones con todos los gastos pagos. Eso sí es una buena empresa. Ni la Ensidesa de sus mejores días. Pero no, de eso no quiero hablar.
Me llama la atención la estética de la rueda de prensa, todas sus fotos; como si fuese un desfile de modelos donde sólo existe un modelo: él.
Y, rápidamente, pensé en Mariano Rajoy. Posiblemente, nadie más opuesto a Rajoy que Sánchez para sucederle en la presidencia. Son la noche y el día, la luz y la oscuridad.
Entonces vi la ley de los opuestos de la presidencia del gobierno de España, de momento democráticos. No hablo de ideología, de política; sino de las impresiones que me generan.
Porque a una persona joven, dinámica, carismática como Adolfo Suárez lo sucedió un tipo serio, gris; vamos una seta, como Leopoldo Calvo Sotelo.
Después de él, Felipe González representó otra revolución copérnicana. El estilo de José María Aznar nada tuvo que ver con su predecesor. Y, cuando nos acostumbramos, aparece José Luis Rodríguez Zapatero. Otro cambio radical. Aznar nos dejó la foto estirando las piernas en las Azores con Bush y Zapatero llevó a su familia gótica a la Casa Blanca. Nada que ver.
La estética de Rajoy también rompió de una manera radical, igual que Sánchez Castejón cambia de tercio.
Así que si Pablo Casado aspira a suceder al actual inquilino de La Moncloa, lo que debe hacer es no parecerse en nada a él; un cambio radical. Que se asesore en uno de esos programas de la televisión y seguro que lo logra.
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martes, 14 de agosto de 2018
La ley de los opuestos
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