Foto: Fernando del Busto |
Te buscas en los charcos
de una ciudad llovida en el recuerdo.
Te miras, y no crees
ni en el reflejo de tu cuerpo seco,
ni en la ausencia del rostro de aquel niño.
Aguardas a que llueva
sobre estas mismas aguas estancadas
para que tu mirada
se superponga al rostro que fue tuyo;
para que tus anhelos
emerjan con la forma de otro tiempo,
y, así, saber mañana
qué quedará de aquello que has perdido
Pelayo Fueyo, Memoria de un espejo,
Colección Zigurat, Ateneo Obrero de Gijón,
página 17, 1990
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