No hace falta recordar las ruinas de Mostar ni las ciudades arrasadas por cualquier catástrofe natural. En cada biografía aparece la imagen de representa la desolación, de la misma manera que se puede rastrear la imagen del amor, la felicidad o la maternidad. Pero hoy no corresponde hablar de eso, sino de la desolación.
En mi biografía, si tuviese que poner una imagen a la desolación sería la de los enterramientos infantiles del Cementerio de la Carriona, con sus tumbas rotas, como si desde su interior saliese un grito contra la injusticia de la vida; con su soledad y tristeza.
Sí, la desolación era eso.
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