Se les ve en la televisión felices en su hedonismo, disfrutando del cuerpo, de la fama que les da convertirse en la versión patria de la franquicia Shore creada por esa máquina de los medios de comunicación que es la MTV.
A uno, lo que le gustaría ver es otra serie; no está que ha llegado a las pantallas. Espera uno con gusto el momento de ver El retorno, la reunión de los protagonistas pasados 40 años, ya ancianos, decrépitos, con las tetas caídas o las caras desfiguradas por las cirugías estéticas; algunos de ellos muertos. El momento de ver cómo ha ido su vida y sus propios juicios, si han alcanzado todo aquello con lo que soñaban o, si por lo contrario, de las noches de fiesta, más allá del bien y del mal, tan sólo queda un leve recuerdo y la sensación de futilidad.
Será el programa que a uno le gustaría ver.
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