Tal vez la encontremos una explicación a todo lo que sucede en la inscripción del autobús. Hemos dejado de ser un Principado. Hemos vulgarizado la región hasta convertirla en un Cipado, que suena a país lejano y misterioso, de costumbres exóticas; cuyos embajadores aparecen por occidente un par de veces al siglo, asombrando a las cortes cristianas con sus bárbaros comportamientos.
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