Pistola abandonada en la calle de Alejandro Farnesio,
en La Calzada, Gijón.
Los niños de mi barrio ya no juegan a policías y ladrones, buenos y malos. Los niños de mi barrio dejan las pistolas abandonas con el cuidado del esteta, buscando la composición ad hoc con la pintada, la firma de ese macarrilla de tres al cuarto.
A los niños de mi barrio les gustan los colt de los vaqueros, pero no les preocupa el percutor o las balas de la recámara. Los niños de mi barrio sueñan con ser Messi y los demás soñamos con el día en que sueñen ser un libro, un poema, una novela.
Los niños de mi barrio se olvidan de las armas cuando es la hora de la comida, cuando sus padres les llaman después de beber sidra y toca algo más que ver la carrera de Fernando Alonso. Gloria a Ferrari. Los niños de mi barrio aún no han aprendido que el cielo es de este reino, que deben olvidar todo lo que aprenden en la televisión, que la felicidad está en sus manos, como las pistolas de juguete.
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