Actividad tras actividad, el Centro Niemeyer suma éxitos locales mientras algunos de sus admiradores, entre los que me encuentro, esperamos conocer las líneas de su programación, no la sucesión de fuegos artificiales que, hasta ahora, venden para solaz de los políticos. Quiero decir, si uno acude al Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona sabe lo que puede encontrar en él, aunque desconozca las actividades del día. Al igual que si visita el Museo Reina Sofía.
Ahora bien, si hoy estuviese abierto el Centro Niemeyer, ¿qué encontraríamos? De momento, en este año sólo nos han dado dos opciones: o los fuegos artificiales o la reprogramación de actividades que, con éxito, ya se han realizado en Asturias.
Cierto es que la ausencia de unas instalaciones propias les ha lastrado y justifica ese vacío, aunque podían haber tejido algo más de lo hecho hasta ahora. Por ejemplo, hubo un momento que parecía que el Centro iba a apostar por el diálogo entre el África Negra y Europa, pero, tras un par de eventos (Soyinka, N´Dour) todo eso se ha diluido a la espera de conocer el primer año triunfal.
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