Cuando comentas a la gente que vives exiliado en Gijón, siempre te responden: qué suerte... Y piensan que todo el mundo de esta ciudad se encuentra dos paseos del paseo de San Lorenzo y nada más subir las persianas de su casa ven el puerto deportivo.
No es mi caso. Si algún día uno llega a enamorarse de esta ciudad como lo está de Avilés, no será por esa imagen tan de turista, sino por los paseos por Jove con Costilla y Tila, por el encanto de vivir en la nostalgia de Avilés y, sobre todo, por los colores del cielo y su aire marino en cada atardecer.
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