Así, de forma discreta, se ha ido a la Casa del Padre Julián Ron, el párroco de La Magdalena y que también fue profesor en el Colegio San Fernando. Allí tuve la suerte de conocerle, recibir sus clases y, posteriormente, seguir tratando con él. Su mejor enseñanza fue la de afrontar la vida cara a cara, con el bien y tratando de no herir a nadie. De Julián Ron siempre recordaremos su amabilidad y bondad, la sencillez y cercanía. Era, en el mejor sentido del término, un cura de pueblo; orgulloso de su Fe y de su gente.
Era un gran conversador. Y tenía muchas anécdotas. Ahora mismo recuerdo una que nos contó en una Arrozada en Miranda. Al salir de oficiar una boda, una de las asistentes se le acercó y le dijo que se notaba que había dormido debajo de muchas camas de matrimonio.
-No, señora, le aseguro que nunca, ¿por qué me lo dice?
-En la homilía, al hablar de la necesidad del amor en el matrimonio para superar esos desiertos de amor que hay, se nota que usted ha tenido que dormir debajo de muchas camas de matrimonio.
-Pues no, señora, pues no.
Y habrá muchas más con el humor que caracterizó a Julián Ron.
Ya está con el Señor.
Era un gran conversador. Y tenía muchas anécdotas. Ahora mismo recuerdo una que nos contó en una Arrozada en Miranda. Al salir de oficiar una boda, una de las asistentes se le acercó y le dijo que se notaba que había dormido debajo de muchas camas de matrimonio.
-No, señora, le aseguro que nunca, ¿por qué me lo dice?
-En la homilía, al hablar de la necesidad del amor en el matrimonio para superar esos desiertos de amor que hay, se nota que usted ha tenido que dormir debajo de muchas camas de matrimonio.
-Pues no, señora, pues no.
Y habrá muchas más con el humor que caracterizó a Julián Ron.
Ya está con el Señor.
Gracias por recordarlo. Todos queríamos a Julián. El viernes, pensé en escribir algo y dejarlo aquí. No tuve valor, me saldría algo sensiblero y de poca calidad. Él se merecía lo mejor. No digo todos, pero la mayoría de los que nos acercábamos a Julián, salíamos siendo mejores personas. Lo recuerdo dándonos la brasa a los más jóvenes, mientras veíamos a los mayores caer –literalmente-, en y por las drogas. Sus palabras de consuelo y esperanza por la vida, a todos los guajes de la pandilla (sus guajes), el día en que la enfermedad mental de J. lo empujó a buscar la felicidad en el fondo del Cantábrico. Y mejor lo dejo. Gracias, de verdad.
ResponderEliminarFuí alumno de Julián. Por desgracia no le volví a tratar, pero por la gente que lo hacía, por lo que me contaban de él y por lo que leo ahora sé que siempre fue alguien extraordinario. Descanse en paz.
ResponderEliminarGracias a los dos por el recuerdo de Julián.
ResponderEliminarDon Julián era un xostrón (pero con el respetuoso "Don").
ResponderEliminar"Chema" es un vanidoso que se siente cerca de la noticia con su "fui alumno de", al igual que "m.a." con ese "los que nos acercábamos a".
Fernando del Busto eres el editor de la hoja parroquial de internet. Pero entre "esta hora" del arzobispado y "la voz de avilés" -o como se llame- me quedo tu blog.
Lo que tú digas, anónimo.
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