Leer el periódico es una elección diaria, no sólo de cabecera, articulista y sudoku, sino mucho más compleja. Hay que decidir quedarse con los demonios o los ángeles que pueblan las páginas impresas. Frente al horror que me causa Fritzl, el demonio de Amstetten y que me paraliza hasta el punto de hacerme incapaz de escribir nada sobre la tortura a la que sometió a su familia, me quedo con la historia de Natalie Du Toit, que encontraréis entera en el enlace con Abc. El resumen es el siguiente: la chica era una nadadora de elite en Sudáfrica hasta que un accidente le produjo la amputación de la pierna izquierda. Aunque compitió con éxito junto con otros deportistas discapacitados, su sueño era participar en unos Juegos Olímpicos, no Paraolímpicos. El pasado fin de semana se clasificó para la prueba de 10 kilómetros en aguas abiertas en los Juegos de Pekín. Es un caso único en la historia.
Y uno prefiere el regusto de esa noticia que descubre una heroína cotidiana, un ejemplo de abnegación y superación, una demostración de que tal vez podemos hacer nuestros sueños realidad que toda esa morralla de vulgaridades y mezquindades que se cuela entre actualidad y que resultan mucho menos edificantes.
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