A lo largo de sus diferentes películas, los hermanos Coen han alcanzado una forma particular de hacer cine, donde bajo la trama superficial laten reflexiones sobre los grandes temas del hombre. Puede ser la soledad del creador (Barton Fink), el poder de la inocencia frente a la maldad (Fargo) o la adaptación de un clásico como La Odisea a nuestro mundo (Oh Brother!). Con No es un país para viejos coloca al espectador frente a otra de las grandes preguntas existenciales: ¿con qué actitud vivir? Y ofrece diferentes respuestas, todas ellas desalentadoras: al margen de toda norma siendo nosotros la norma; huyendo o refugiándonos en la pasividad una vez que somos conscientes de nuestra condición mortal.
Todo ello con una película narrada con calma, con una gran fotografía y un conjunto de actores en estado de gracia. Javier Bardem demuestra que sus problemas para vocalizar también se dan en inglés, pero ofrece toda la frialdad y pasividad que necesita su personaje; al igual que Tommy Lee Jones, en un gran recital de contención. Para mí son los dos grandes pilares en un reparto al que los hermanos Coen sacan todo el partido posible.
Una película absolutamente recomendable, aunque a los amantes de las palomitas y el cine de acción se les va a indigestar.
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