El teléfono volvió a sonar en el apartamento. Al cabo de unos minutos, ella colgió y se acercó a su marido, que disfrutaba del partido del Deportivo.
-Su última oferta son 60.000 euros, sólo en top-less.
-No sé, cariño, no sé...
Después de un largo noviazgo, se habían casado e ido de viaje de luna de miel a Cancún. Allí, después de una semana de sol, descanso y placer, les habían encontrado detonadores militares en su maleta.
-Yo no he puesto nada de eso ahí.
El convencimiento de sus palabras no evitó que fuese a la prisión. El cónsul y un buen abogado lograron sacarla y devolverla a su pueblo, que la recibió emocionado. Los días antes se habían manifestado, habían enarbolado pancartas amenazando a México y habían recaudado el dinero suficiente para ayudar a la familia.
Por fin todo había acabado. Hasta que comenzó a sonar el teléfono con las llamadas de esa revista de Madrid.
-Sí, una entrevista contando todo. Pero con fotos sugerentes...
La sugerencia no era más que un posado en bragas, pornografía suave en las imágenes. No, no habría vello púbico expuesto. Como si fuese un top-less, pero cuidado, con estilistas, maquilladores, una puesta en escena cuidada y dinero, bastante dinero.
-¿Qué hacemos?
No es una pregunta de ella, ni de él. Es de ambos. ¿Podemos renunciar a una portada de una revista? ¿Vendemos nuestra dignidad, la de la pareja, por mostrar los pechos de la mujer en público? ¿Qué opinarán las familias? ¿Qué nos diremos cuando, paseando por La Coruña, unos desconocidos se nos queden mirando y se reían comentando algo sobre nosotros? ¿Qué pensarán nuestros vecinos? ¿Afectará a nuestra relación?
Y, a cada pregunta, una nueva llamada de teléfono, una cantidad de dinero que cada vez se iba pareciendo más a la hipoteca pendiente, a las deudas contraídas... Hasta que llega el momento de decidir.
-No te preocupes, no te volveremos a molestar más. Es nuestra última oferta. 60.000 euros. En diez minutos te volveremos a llamar y, si no quieres, no te preocupes. Pagaremos algo menos de dinero a cualquier modelo para un posado.
En esos diez minutos, la pareja superó sus convicciones morales gracias a la calculadora y las cifras que les indicaban cómo liquidar la hipoteca, las deudas y vivir más deshagados, sin importarles el precio que comenzaban a pagar desde la primera foto que ella, la gallega de Cancún, se haría medio desnuda.
¿Desde cuando hacerse una foto desnuda es indigno?
ResponderEliminarNo creo que hacerse una foto desnuda sea indigno, ni cobrar por ello. Mis dudas comienzan cuando pienso los motivos por los que les llegó esa oportunidad. Tengo mis dudas y de ahí que recurro a la ficción para reflexionar sobre ello.
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