Una de las mayores alegrías que me ha dado estos días de descanso ha sido no haber seguido el Pleno sobre la Central Térmica. Un edificio que se merecía una despedida más digna que la brinda por la corporación municipal. Y más en una autonomía con una legislación sobre el patrimonio avanzada y con una idea amplia sobre lo que legisla. Aunque el resultado final sea su incumplimiento.
Me alegra no haber seguido la ceremonia de confusión a la que se abonan unos, otros y los de más allá. La responsabilidad de la actual situación se reparte entre todos los partidos.
Con Santiago Rodríguez Vega como alcalde (1991-95, cito de memoria) se firmó el protocolo para la constitución de la Sociedad de Gestión de los Suelos Excedentes de Ensidesa. Su objetivo era el aprovechamiento de lo que ahora conocemos como Parque Empresarial Principado de Asturias y donde durante muchos años estuvo Ensidesa.
La sociedad no llegó a constituirse y quedó atascada en la reunión de secretarios de Estado y subsecretarios de cada miércoles. Se trata de una reunión de máximo nivel, que se celebra antes de cada consejo de Ministros y que preside el Ministro de Presidencia. Es la cocina del gobierno central, donde se analizan los asuntos y se fija que se hará y que no. Nunca tuvimos una explicación oficial, pero me imagino que el alcance de la inversión fue un motivo más que suficiente frente a otras prioridades y zonas con más peso político.
Con Agustín González como alcalde (1995-99, sigo contando de memoria), se constituyó la sociedad y el gobierno central del Partido Popular la impulsó bajo la idea de coste cero. No habría inversión pública, todo se recuperaría bien con la venta de las parcelas, bien con la venta de la chatarra. Se trazó un plan con esa actuación. En su redacción nunca aparecieron criterios relacionados con el patrimonio industrial. Sólo se buscaba cubrir la operación con el menor coste económico posible.
La conservación de elementos patrimoniales fue imponiéndose bien cuando el derribo era demasiado costoso o imposible (algún muñón por el PEPA lo demuestra) o por el interés de empresarios concretos. Pienso en Daniel Alonso, que se merece una plaza en Avilés porque, sin él, la impresionante Acería Siemens ya sería chatarra.
La ausencia de referencias al patrimonio no preocupó mucho a la oposición socialista. De hecho, en la presentación del PEPA, el entonces candidato Vicente Álvarez Areces denunciaba la falta de comunicaciones o la ausencia de centros tecnológicos en el Parque. Por otra parte, dos carencias que su gobierno ha resuelto con acierto.
En ese planteamiento, el futuro de la Térmica pasaba por su demolición para permitir la construcción de la llamada Ronda Norte, un vial que debía comunicar todo el Parque Empresarial. Durante el gobierno del PP, se vendieron parcelas con servidumbres ocupadas por la Térmica con la previsión de su desaparición.
Posteriormente, la idea de un centro cultural abrió la posibilidad de salvar al edificio, pero sólo una parte. El diseño de Ronda Norte y las parcelas vendidas obligaban a ciertas demoliciones. Fue una idea impulsada por el nuevo gobierno de Santiago Rodríguez Vega (1999-2003; 2003-2007) La Térmica parecía salvada y recuerdo la visita de la consejera de Cultura, Ana Rosa Migoya, acompañada por el alcalde y concejales de IU hablando maravillas del edificio que iba a ser una referencia para Europa. Todo muy asturiano.
De hecho, el edificio fue catalogado, con el visto bueno de la Comisión del Patrimonio Histórico Asturiano. Posteriormente, la inversión de Isolux (que no llegaría a buen puerto) provocó la descatalogación para permitir el derribo de parte de la Térmica (aunque algún ingeniero me ha dicho que derribarían toda). Todos los partidos políticos (PP, PSOE, IU y ASIA) aprobaron la medida. La primera vez que pasaba esto en Asturias.
Luego cuando llegó la piqueta, aparecieron los salvadores, que, durante todo este proceso que he tratato de relatar, estuvieron callados.
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