domingo, 18 de septiembre de 2016

Cegado por las palabras



Más conocido por su obra poética, Luis Miguel Rabanal (Riello, León, 1957) realiza ocasionales incursiones en el mundo narrativo, como es el caso de La verdadera historia de Montserrat C y otros relatos no menos imposibles (Eolas, ediciones, 13 euros), larguísimo título para una obra que no aparecerá entre lo más destacado de su producción, reconocida por la calidad de su poesía.
Comparte, eso sí, algunas de las características de sus versos, como su dominio del lenguaje, su inteligencia, fino humor y amplia cultura.
El tema central de La verdadera historia de Montserrat C es la sexualidad, una sexualidad desbordada, procaz como ya ha explorado en otras ocasiones y que recuerda al Cela más vulgar y celebrado («se derretía como cualquier coño de la sin par y gloriosa plazuela de San Ginés», página 23) para hablar y hablar, ocupar páginas sin llegar a decir nada.
¿Acaso es una metáfora de la vida? ¿La forma de expresar la ausencia de sentido que tanto ha explorado en su poesía? Ya que la existencia no deja de ser una broma de mal gusto, anulemos todo relato, nada se puede decir. Sería una posible explicación, aunque más atribuible al lector que al autor.
Sin ningún tipo de sentido se suceden todo tipo de aventuras y desventuras, siempre con un carácter irreal y donde el sexo es omnipresente. Se podría hablar de un esperpento sexual en el sentido más puro de la figura creada por Valle Inclán. Sólo que los espejos del callejón de El Gato son reemplazados por las páginas de Rabanal.
La clave, tal vez, la aporte el autor en ‘Las cerezas de Alejandra’, el cuento que abre La verdadera historia de Montserrat C. «Escribir y escribir para que la vida no canse» (página 14), en lo que parece toda una confesión entre líneas del escritor.
Es decir, escribir sin preocuparse en la narración, por la trama. Barroquismo para jugar con el lenguaje y exhibirlo con el riesgo de salir indemne después de recorrer un campo lleno de tabúes en los que, además, el autor se encuentra muy cómodo.
Así lo demuestra en ‘Las putas de Dios’, título ilustrativo de esos riesgos que le gusta correr y sus latigazos contra las mentalidades más cerradas, en uno de los relatos con una mínima trama.
Con todo, algunos de los cuentos demuestran la capacidad de Luis Miguel Rabanal para narrar, llegar a contar historias, como sucede en ‘La conciencia pactada, a medias’. Su final borgiano merecía unas mejores páginas previas, donde la orgía verbal nubló el buen sentido creador de Rabanal.
Sí aparece en ‘Yo tengo un hijo de Rajoy’. Es, posiblemente el mejor relato del volumen. La provocación nominativa sirve para que Luis Miguel Rabanal fulmine la corrección política y aproveche para ironizar sobre los medios de comunicación. Son las páginas más brillantes de un libro y que demuestran el auténtico escritor que es Luis Miguel Rabanal.

Publicado en el suplemento "Culturas" de La Voz de Avilés-El Comercio, el 10 de septiembre de 2016, página 4.

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