Anoche escuché cantar por primera vez a los grillos en lo que parece ser el prólogo de un verano que nunca llegará. O llegará tarde. El paseo nocturno con Tila siempre regala a uno el momento especial de la reflexión, de pensar en el día transcurrido y en el que vendrá, de analizar las dudas y temores, dar gracias a Dios por lo vivido y lo sentido, por la propia vida. En el paseo nocturno, uno ejerce de mirón en las casas de los vecinos iluminadas y donde aún no han puesto las cortinas: el padre que acuna a su bebé, una mujer cocinando, una biblioteca y la decoración de una vivienda que, como la tuya, va naciendo poco a poco. Y, ayer, ese momento de placer me regaló la primera serenata de un grillo, recuerdos de infancia y, tal vez, el anuncio de un nuevo verano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario