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Costillina ya se encuentra en el instituto. Ha empezado tercero de ESO, lo que representa un gran cambio. La novedad es que ahora puede ir a la huelga. De momento, en apenas un mes de curso. Llevamos dos jornadas de huelga. Una contra el sionismo y en apoyo a Hamás y otra pidiendo el cambio del modelo de acceso a la universidad y contra la brutalidad policial. No sé si aquí o en Madagascar. Como mínimo nos queda la huelga general feminista, contra el cambio climático, un par de matanzas de indígenas y por uno que pasa por ahí.
En primero y segundo de ESO no podían ir a la huelga. En tercero sí. De momento, todos los terceros se han sumado masivamente. Un cien por cien de éxito. La primera convocatoria me generó cierta inquietud. Lo reconozco. Así que ejercí de padre serio y responsable (es un decir) y tuve una pequeña conversación con ella para saber si apoyaba a Hamás y todo lo que significaba. La conversación no pasó de unos pocos segundos. En cuanto aseguró que, por la ley, en el momento de que la mitad más uno de la clase vota que irá a la huelga, los profesores no pueden avanzar materia. Y que ir para nada... Mejor quedar dormido.
Desde luego, en este país hemos tenido suerte porque el águila mental que tuvo la ocurrencia de conceder el derecho de huelga a los estudiantes podía haber soltado a los monos del zoo armados con arma o convocar una consulta democrática en la cárcel: que voten los condenados para saber si quieren la libertad o no. ¿No sería eso un ejemplo de justicia democrática? Creo que en la tercera película de Batman de la triología de Nolan existe un ejemplo de lo que podría ser.
Ya me sé la historia. Seguramente, los defensores del derecho de huelga de los estudiantes invocarán la necesidad de enseñar los valores de la democracia y los derechos. Pero es un argumento absurdo, toda vez que cuando se les enseña la guerra o la muerte no se mata a ningún alumno o se les manda a cualquier conflicto.
En el mundo laboral, la huelga implica un sacrificio del trabajador. Pierde parte de su sueldo. En otros momentos de la huelga, los sacrificios serán mucho mayores. ¿A qué renuncian estos huelguistas estudiantiles? A nada. Al final lo que votan es tener o no un día de clase y, puestos a elegir, yo haría como Costillina y ese día me quedaría dormido en la cama.