domingo, 17 de mayo de 2009

Rothko

ROTHKO
No los colores, ni la forma pura.
Memoria de la tinta. Sedimento
que decanta la luz de su pigmento,
más allá de la tela y su armadura.
Las líneas no, ni sombra ni textura,
ni la breve ilusión del movimiento;
nada más que el silencio: el sentimiento
de estar en su presencia. La Pintura
en franjas paralelas cuya bruma
cruza la tela intacta, aunque teñida
de cinabrio, de vino que se esfuma;
púrpura, bermellón, anaranjada...
El rojo de la sangre derramada
selló su exploración. También su vida.
A Andrés Sánchez Robayna
Severo Sarduy, Un testigo fugaz y disfrazado, Ediciones del Mall, Barcelona, 1985

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