![]() |
Foto de Bud Helisson en Unsplash |
Fue una revisión oftalmológica casi rutinaria. Hacía tiempo que no acudía al especialista, pero las dificultades para la visión de cerca provocaron que venciese la pereza y pidiese cita. Y allí estaba con mis muchas dioptrías pasando la prueba de agudeza visual. Siempre me resultó amarga, no voy a mentir por eso.
Así que después de todo el recorrido, el diagnóstico era más que claro. La edad no perdonaba así que tenía que comenzar a usar gafas progresivas. La opción de tener una gafas de cerca y otras de lejos no me la llegó ni a plantear, pero sí una alternativa que nunca había sospechado: una operación para quitarme las gafas.
¡Cómo! ¿Es posible? Si cuando empezaron las operaciones de láser me indicaron que, por mis muchas dioptrías no era aconsejable.
Y sí, toda la vida con gafas a punto de desaparecer gracias a los avances de la técnica. Con todo lo que supone: poder ver en la ducha, acostarte sin tener que recordar donde las has dejado, adiós a los molestos empañamientos, poder ir a la piscina sin tener que recordar exactamente donde habías dejado las chanclas ni la taquilla correspondiente; el placer de poder escoger gafas de sol sólo por la estética. De acuerdo que esto último es muy superficial, pero alguna licencia me tengo que permitir.
Así que dicho y hecho. Ya estoy sin gafas, viendo el mundo como antes pero viviéndolo de manera diferente. De momento no he ido a la playa, aunque me han comentado que, para lo que hay que ver, tan poco voy a ganar tanto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario