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Foto de Scottsdale Mint en Unsplash |
En la libreta donde voy apuntando las ideas que se me ocurren para esta bitácora escribí hace meses: guerra mundial híbrida. Al tenor de la evolución de la situación en Ucrania e Israel, el mundo parecía una versión actualizada de la Segunda Guerra Mundial. El frente del Pacífico se había alejado de Asia, posiblemente por ser una de las zonas más ricas del mundo, y traslado a Israel/Gaza; mientras que el frente europeo se concentraba en Ucrania.
El término guerra híbrida nace de los teóricos rusos y, con todos los riesgos que implica una reducción, viene a apuntar los conflictos donde el enfrentamiento no es directo, sino que se realiza de maneras más sibilinas: sabotajes anónimos, ataques cibernéticos, operaciones de bandera gris... En este caso, sería una evolución del concepto, toda vez que se produce un enfrentamiento entre dos bloques (democracias liberales por una parte frente a sistemas autoritarios por otra) de manera indirecta. Aunque las democracias son quienes apoyan, la violencia y los muertos los ponen los ucranianos e israelíes por un el lado de las democracias y los rusos y palestinos por los sistemas autoritarios.
Estaba muy feliz con mi idea y me arrepentí de no haberla escrito antes cuando Donald Trump ganó las presidenciales estadounidenses y nos llevó a la deriva en la que estamos ahora, al borde de una crisis económica que nos acerca a la Gran Depresión. Con la enorme diferencia que ahora todo se debe a las decisiones de la presidencia mientras que las causas de la Gran Depresión fueron más complejas.
En mi análisis mental todo estalló. Con todo lo que las democracias nos estamos jugando en Ucrania e Israel es como si Churchill, poco antes del desembarco de Normandía, se fuese a Berlín a tomar un te con Hitler para tratar de arreglar el desaguisado porque era un buen tipo. Trump ha iniciado una guerra contra el mundo, ignorando que el mundo no es el que él piensa.
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Foto de Mika Baumeister en Unsplash |
Todos los economistas coinciden en que el proteccionismo es malo para el desarrollo de los países y que el libre comercio impulsa a la creación de riqueza, siempre que todos los actores jueguen con las mismas cartas. Tampoco podemos olvidar que parte de los desequilibrios en las balanzas comerciales es fruto de años de deslocalización de inversiones, no sólo de Estados Unidos, también de los países europeos. ¿Se puede cambiar eso en una semana? No, no tiene pinta.
Trump ha iniciado una guerra contra el mundo. No sé quien la ganará. Mi única certeza es que el mundo que saldrá de esta será muy diferente al que teníamos antes de la firma de los aranceles y la tormenta desatada.
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