miércoles, 15 de octubre de 2014

Educación, balas y rock and roll

Malala Yousafzai

Todos nos hemos emocionado con la triste, trágica y heroica historia de Malala, incluso nos hemos alegrado con su premio Nobel de la Paz, aunque esa especie de orgía progre a base de sus afirmaciones sobre la educación me ha resultado, sinceramente, tan indigesta que me ha salido urticaria hasta en la epiglotis.
Porque, no vamos a negarlo, es cierta la importancia educación, como no lo fue menos que los Marines que liberaron Afganistán del yugo talibán y permitieron que muchas niñas como Malala regresasen a la escuela, como sucedió con los opresores soviéticos.
Que sí, que está muy bien eso de la educación para asegurar el futuro de los pueblos, aunque tengamos que olvidar que muchos de los personajes que pueblan la historia universal de la infamia no eran unos analfabetos. Educados eran los autores materiales del 11-S y, si recuerdan, cada vez que aparece en televisión un vecino sorprendido porque el tipo del quinto coleccionaba cabezas de jovencitas en su nevera siempre, siempre comentan: "Qué raro, con lo educado que era".
O sea, que educación sí, pero dime ante los valores que defiende esa educación. Porque las madrazas más radicales forman a la gente, los educan en el odio y el fanatismo.
Sí, la educación no está mal. Pero no cualquier educación. Una educación que invite al razonamiento, al pensamiento, que despierte la curiosidad; una educación que incida en la igualad de hombres y mujeres; en la libertad, que huya del adoctrinamiento... 

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