Sólo los muy pobres se bañan dos veces en el mismo río. Es una de las ironías, con aires clásicos, que legó Ángel González. Y en la que uno piensa hoy, cuando regresa al trabajo después de dos semanas largas, casi tres, de vacaciones.
Sí, espera el mismo río: la misma ciudad, el mismo escenario, mismas pasiones y mismos odios. Apenas ha cambiado nada en estas casi tres semanas.
Pero siendo lo feliz que es uno; sabiendo la cantidad de cosas que le quedan por escribir y leer; con la cantidad de besos y paisajes por descubrir, no se puede sentir muy pobre, ni pobre a secas. Todo lo contrario, muy rico, aunque vuelva a bañarse en el mismo río.