No sólo en Dios hay espacio para el hombre; en el hombre hay espacio para Dios (...) En nosotros hay espacio para Dios y esta presencia de Dios en nosotros, tan importante para iluminar al mundo en su tristeza, en sus problemas, esta presencia se realiza en la fe: en la fe abrimos las puertas de nuestro ser para que Dios entre en nosotros, para que Dios pueda ser la fuerza que da vía y camino a nuestro ser (...) Abriéndonos a Dios no perdemos nada. Al contrario: nuestra vida se hace rica y grande.
Benedicto XVI, homilía de la Asunción 2012.
L'Osservatore Romano, Año XLIV, número 34,
19 de agosto de 2012