Hace unos meses, mi amigo Roberto Mata se ordenó sacerdote. Culminaba una vocación labrada a fuego lento, moldeada con los golpes que da la vida. Aún sin ser diácono, nos acompañó en el enterrio de mi madre. Y también en alegrías, como el bautizo de Costillina, su primer bautizo.
Esta semana nos hemos enterado que asumirá las parroquias de las tierras de Ibias y Degaña. Una tarea dura, que supondrá muchas horas en la carretera y un gran esfuerzo personal. En el Occidente están de enhorabuena. Reciben un nuevo vecino, una gran persona y mejor sacerdote. Y, sus amigos, tendremos un nuevo motivo para visitar esos concejos.