sábado, 14 de mayo de 2011

Dónde ponemos la palabra

Entre las reacciones de Osama Bin Laden no podían el horror de los progres ante lo que consideran una acto de terrorismo de Estado. La frase queda bonita, es un buen titular, si no fuera que obvia que la muerte de Bin Laden se produjo a manos de soldados que actuaban como tales, que iban perfectamente identificados y que se dirigían a un objetivo claro.
Ahí radica una diferencia sustancial. Los miles de muertos de las Torres Gemelas o el ataque de Madrid se dirigían tranquilamente a sus ocupaciones, el policía nacional tiroteado en la nuca por ETA velaba por la seguridad común, por el cumplimiento de las leyes. Sus muertes son actos de terrorismo, asesinatos cobardes.
Claro, entonces, aprobarás el comportamiento de los GAL. Es su contra argumento.
NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO.
Los GAL no fueron sino otra banda terrorista, financiada por dinero público. La diferencia entre el comando Seal que mató a Bin Laden y los GAL es que los primeros son la expresión del monopolio de la violencia que muchos pensamos que debe tener el Estado. Sus acciones responden a una cadena de mando clara y de la que se pueden pedir responsabilidades. Los segundos, no pasaron de un grupúsculo criminal, organizado de cualquier manera y que no expresaban ese monopolio de la violencia.
¿Quiere decir eso que piensas que la Guardia Civil o la Policía Nacional debería entrar en el País Vasco pegando tiros a todo lo que se mueva?
No, quiere decir que, si en una operación antiterrorista un etarra saca una pistola y un agente de la ley le descerraja un par de tiros no pasaría nada. 
¿O acaso piensan que Bin Laden se dedicaba sólo a tomar te y rezar?

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