Lo que sucede con la entrega del premio Nobel de la Paz a Liu Xiabo demuestra que no hacen falta filtraciones de secretos oficiales para que el común de los mortales veamos, una vez más, como la desfachatez, cinismo y miseria que se dan la mano en el mundo de la política internacional. No sólo en la nacional.
China alude a numerosos países que apoyan su boicot como ejemplo del rechazo. Si a cada estado le damos un voto, posiblemente sean mayoría, lo que demuestra que la democracia es un bien escaso y que los afortunados que disfrutamos de ella deberíamos preocuparnos en mimarlas al máximo.
Entre los países que China cita como apoyo vemos a lo más florido de las libertades y derechos humanos: Sudán, Rusia, Venezuela, Marruecos y, menuda sorpresa Afganistán. Y digo sorpresa porque Afganistán poco menos que debe su futuro a las democracias occidentales, aunque debe ser el dinero chino lo que mueve al alcalde de Kabul, como llaman al presidente del país, a opinar de esa manera.
Y, para contrarrestar la opinión pública internacional, China crea el premio Confucio de la Paz, con uno de sus gestores preguntándose qué dirá la historia de Lius Xiabo dentro de quinientos años. No sé ustedes, pero a mí me suena a eso de Fidel Castro y la historia me absolverá. Dios los cría y ellos se juntan. No falla.