José Bizcochito Bono es un tipo que me parece especialmente insufrible. Eso de ir de católico y, sistemáticamente, apoyar todo tipo de medidas contra la doctrina de la Iglesia es algo que no llevo nada bien. Su hablar tampoco me ayuda, me da la impresión que es de esas personas que, por abrir la boca, parece querer tener toda la razón. Seguramente es una buena persona, encantador en la intimidad, amigo de sus amigos, pero vamos, no creo que ni a él ni a mí nos importará pasarnos la vida sin conocernos. Por suerte, cuando esté yo vaya al Infierno espero que no me toque en la misma caldera que él.
Pero no escribo por todo eso. Es por todo esto lío de su patrimonio millonario en euros y que destapó La Gaceta de los Negocios. Lo que en principio eran difamaciones de la extrema derecha se convierten en indicios razonables de un enriquecimiento de la tercera autoridad del Estado.
No voy a entrar en si todo eso es lícito o no, pero recuerdo que hace unos meses Bizcochito presentó su declaración de bienes como todos los diputados. Y no aparecía nada, nada, nada de todo eso que ahora se ve que tiene. ¿Donde estaba? ¿Padece algún tipo de demencia que le lleve a olvidar o prefirió ocultar una riqueza que no resulta estética con su partido? En ambos casos (igual los lectores tienen otras opciones), José Bono debe dimitir: por enfermedad o por mentiroso.
Y, de paso, que el resto de diputados y ministros actualicen su declaración de bienes. No vaya a ser que también tengan olvidos.