sábado, 19 de septiembre de 2009

Ahí está la puerta

Hace una semana se celebró el referéndum sobre la autoderminación en Arens de Munt, creo recordar y pido disculpas si lo he escrito mal. El asunto levantó ampollas en los sectores más nacionalistas de nuestra sociedad. Uno, por su parte, militó entre los que el tema no le provocó ni frío ni calor. Ya sé que eso de ser tibio no es muy conveniente, pero es que en este debate (lo de la autodeterminación de catalanes, vascos o castellanomanchegos, me da igual) me resulta como muy así, de esa manera.
Por una parte, considero que la unidad de la nación española, de España, no merece una gota de sangre ni una batalla de nada. Tiene que haber guerras y las habrá, pero entiendo que deben ser para asegurar nuestra supervivencia, la del colectivo.
Por otra parte, los impulsores juegan a la arcadia feliz. Si una persona llega y me ofrece la autodeterminación de El Cerillero, culpa del gijonesismo todos los defectos de urbanización y las horas en la autopista, pues uno va y se apunta a ese carro. Lo mismo pasa con eso de la autodeterminación.
Llegan y piden una Cataluña integrada en la Unión Europea fuera de España. Pero, claro, si quiere la independencia que sea fuera de la Unión Europea. Porque la integración es fruto del esfuerzo de España. Y si no quieres la historia de España, no la quieres para lo bueno y lo malo. Lo mismo que el fútbol. Si quieres, alcalde de Arens, la independencia no supongas que el Barça seguirá en la Liga Española. Nada de eso. Todos los equipos se expulsarían para disputar la Liga Nacional Catalana, igual que los equipos letones disputan la liga Letona y no la rusa y, por eso, ganan tantas Copas de Europa.
¿Independencia? Ahí tienen la puerta, toda la del mundo, pero de verdad y sin tonterías. ¿De qué color quieren la frontera? Y, a partir de ahí, que nos digan si les gusta el juego.

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