Terminábamos el almuerzo cuando el mozo se acercó para apuntar los postres. Enumeró: "Fruta, Yogur, Tarta de queso, Flan, Natillas y Tarta de azafrán y fresas".
Tarta de azafrán y fresas... Azafrán, una palabra plena de sabores, de olores, de recuerdos de la infancia, de buenos momentos en la cocina... Y las fresas, ¿qué decir de las fresas?
Todos pedimos la Tarta de azafrán y fresas.
Y después de probarla todos coincidimos que se escuchaba mejor que se comía. Sin estar mal, su nombre era una invitación a sensaciones que luego, en esa amalgama de chocolate, fresa y algo de azafrán no aparecía, ni oteábamos a lo lejos la experiencia que nos vaticinó el mozo.
Desde luego, los nombres son muy peligrosos en la cocina.