miércoles, 23 de julio de 2008

Chocolate frío



Es uno de esos placeres del verano: el chocolate frío. En invierno no sabe igual e, ignoro los motivos, no sabe igual. Pero estos días de calor es un placer abrir la nevera y sacar la tableta de chocolate, cuanto más negro mejor, y comer un par de onzas y notar entre los dientes como la sensación de frío se entremezcla con el sabor del chocolate, ese punto de amargura. O como se describa pero que a uno le parece un sabor fantástico.

En la isla

Aunque soy una persona de naturaleza cobarde, no suelo pasar miedo. De igual manera que soy de naturaleza vaga, pero suelo trabajar bastantes más horas de las que me gustaría. Pero el otro martes, recién aterrizados en Tanzania, a punto de embarcar en el ferry que nos iba a llevar a Zanzíbar sí que pasé miedo. No había guerra, ni necesidad de sobornos, ni nada de esas cosas extrañas, pero la sensación de que en ese Old Boy viajaban unas tres mil personas más de las que debían ir generaban una gran inquietud que no se atenuaba ni cuando reconocía ante Costilla que sí, que ella tenía razón y que entre Villamañán, Xivares y Zanzíbar, ésta opción, era, sin duda, la menos afortunada para nuestra luna de miel.
Menos mal que el Índico respetó a los enamorados y, finalmente, el hotel nos ofreció unas cervezas frías y la belleza que esperábamos. Por lo menos, el regreso será en un vuelo de Air France desde la propia isla.

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